1. ¿Cómo se ha construido la “leyenda negra” de la conjura
eclesiástica contra Sor Juana Inés de la Cruz?
Sor Juana es un
personaje principal de la historia de México. Sin duda es su mayor valor
literario. Además de una pensadora muy atractiva, cuya obra enamora por sus
virtudes artísticas y la fuerte personalidad que deja entrever, ostenta la fama
(un poco exagerada) de haberse “adelantado a su época”. Consiguientemente,
desde principios del siglo XX su figura se volvió seductora para gente de muy
diversos credos. Dadas estas condiciones, ha sucedido que, dejando de lado el conjunto
de datos sobre su vida, muchos de los hechizados por ella han tomado sólo unos
pocos de esos mismos datos para, luego de sacarlos de contexto y
distorsionarlos, lograr que la biografía y pensamiento de la monja “coincidan”
con sus visiones personales del mundo. Han ido apareciendo, así, muchas “Sor
Juanas”. No obstante, es fácil apreciar que
tales “Sor Juanas” son, en realidad, productos de las ideologías de los
diversos autores que las han engendrado. Cuando, con apego al método histórico
(que exige respeto y sumisión a la totalidad de las pruebas), se revisa
la verdadera historia de Sor Juana, resultan evidentes los fantaseos y
deformaciones (en múltiples ocasiones, voluntarios) a que las doctrinas han
llevado. El resultado ha sido, a lo largo del siglo XX y por la notoriedad de
algunos de sus creadores, la propagación de una “leyenda negra”. Ésta, de modo
general (porque ha surgido de la animadversión a la Iglesia), asegura que la
madre Juana, en “desacuerdo” con la civilización católica a que pertenecía y
buscando la “independencia” intelectual y artística, se habría “rebelado”
contra ella, motivo por el cual la Iglesia la “hostigó” y “sometió”. Por
supuesto, los publicistas de este bulo se han basado sólo en especulaciones, y
jamás han podido presentar pruebas. Contrariamente, quienes sostienen que Sor
Juana no sólo fue una gran escritora, sino una magnífica cristiana a la que la
Iglesia favoreció, han venido aportando contundentes documentos históricos que
lo demuestran.
2. Usted ha investigado como nadie en México el lado
religioso de Sor Juana: ¿cuáles son sus últimos hallazgos y qué prueban o, más
bien, qué desmienten?
Actualmente, existe una abierta oposición a que se estudie la vida
religiosa de Sor Juana. Como si no hubiera sido monja, ni vivido casi toda su
existencia en un convento, ni compuesto infinidad de obras devotas, algunos
críticos modernos quieren reducir los estudios sorjuanistas a un aspecto
“laico”. Por ejemplo, la escritora feminista Margo Glantz, refiriéndose
explícitamente a mi trabajo sobre la Décima Musa, ha declarado que “se quiere destuir la sociedad laica”. Según expuse a este mismo medio (Zenit) anteriormente, la
laicidad es “el principio de autonomía de las disciplinas y actividades del hombre,
que deben regirse únicamente por sus propias reglas, sin intervención de
intereses o fines ajenos a los que les atañen”. O sea, es una especie de campo
neutral donde cada estudio está libre de amenazas ideológicas. De ningún modo
es algo antirreligioso o exento de lo religioso, como Glantz pretende. De
hecho, cuando Glantz me exhorta a “respetar el laicismo”, atenta contra él,
porque su exhortación es ideológica: le incomoda que exhiba la religiosidad de
Sor Juana Inés de la Cruz. Con otras palabras, la feminista, con el pretexto
del “laicismo”, intenta censurarme. Le gustaría que la gente siguiera creyendo
que la poetisa se interesaba únicamente en poesía, y no en su fe católica, como
en realidad ocurrió. Al respecto, es clarísimo que Juana Inés se hizo monja
porque tenía la vocación. Variados documentos lo comprueban, y ya que usted
generosamente me da la oportunidad, deseo referirme a uno que presento en mi
nueva biografía de la monja: Sor Juana Inés de la Cruz, Doncella del Verbo.
Se trata del Memorial
y licencia
para llevar a cabo el orden del hábito de bendición, que es el pliego en el
cual se solicitaba y concedía que ella profesara como monja jerónima. En él
viene un pedimento de la propia Juana Inés para entrar al convento de San
Jerónimo, donde, dice, “estoy actualmente en traje de seglar,
mientras se disponía el tomar el hábito de bendición para poder conseguir mi
buen deseo”. Según sus propias palabras, antes incluso de portar el traje de
las novicias, vistiendo sólo ropa de calle, se hallaba ya dentro del
monasterio. Hacía sólo tres meses que, por motivos de salud, había abandonado
el claustro carmelitano. Como se ve, la decisión de Juana Inés de ser monja era
tan firme que, apenas repuesta de su enfermedad y todavía “en traje de seglar”,
habitaba ya el convento de San Jerónimo. Otro documento capital que presento en
Doncella del Verbo es la Carta de Puebla (descubierta por Jesús
Joel Peña Espinosa). Uno de los aspectos más difundidos de la leyenda negra
es que el obispo de esa ciudad fue uno de los miembros de la jerarquía
eclesiástica que estuvo en desacuerdo con las actividades intelectuales de Sor
Juana, razón por la cual no sólo la habría “reprobado”, sino colaborado a su
“sometimiento”. La Carta de Puebla, inédita hasta hace unos meses, es
nada menos que la contestación del obispo a la famosa Respuesta a Sor
Filotea (dirigida por Sor Juana a él mismo). Con la Carta de Puebla
se acredita que el obispo era amigo de la monja, y que admiraba sus dotes
intelectuales a tal grado que, opuestamente a lo que la leyenda negra
sostiene, jamás pudo haber estado en contra suya. Otro hallazgo de igual
importancia es el recientísimo del testamento (sacado a luz por Ken Ward) de uno de los amigos de Sor Juana, el
padre José de Lombeyda. Ahí, en una de las cláusulas,
se explica que fue la propia monja quien encargó a Lombeyda vender sus libros.
Esta contundente prueba exhibe la falsedad de la leyenda negra según la
cual habría sido el arzobispo de México quien le “quitó” su biblioteca (falacia que, todavía en 2014, Margo Glantz, inspiradora de la sección de Cervantes Virtual dedicada a la poetisa, soslayando la nueva documentación, insiste en remachar). Como se
ve, la fe católica de Sor Juana y su talento literario armonizaban
perfectamente, al grado que la propia Iglesia la apoyaba.
3. ¿Hay algún documento de la época que señale que Sor Juana
fue “perseguida” por la Iglesia para que dejara los libros, la poesía, el
pensamiento y se pusiera a hacer vida de oración?
No existe ningún papel que señale semejante cosa. La crítica
anticatólica habló hace unos 15 años de un “proceso secreto” de la Iglesia
contra ella, pero jamás presentó las pruebas. Se trató de una cortina de humo.
Como acabo de explicar, el cien por cien de los documentos de la época (varios
de ellos notariales, lo que les da aún mayor peso) dice exactamente lo
contrario: que Sor Juana, en determinado momento y por su propia voluntad,
cedió sus libros (o el dinero de la venta de los mismos) al arzobispo de México
para que hiciera caridad. También refiere cómo se aparto discrecionalmente de
los estudios deseando llevar una vida de mayor intimidad con Dios. La
investigación histórica rigurosa acredita que la extendida leyenda negra
según la cual a la madre Juana Inés la “persiguió” la Iglesia es un gran
embuste.
4. ¿Cómo fueron los últimos años de Sor Juana?
Los biógrafos de la época, muchos de ellos personas que conocieron
a Sor Juana, dicen unánimemente lo mismo: que al final de su existencia ella,
sin que mediara ninguna coacción, decidió llevar a cabo obras de
supererogación. Entre ellas destacan el aumento de la vida penitente, de la
vida de oración y, junto al desprendimiento de sus más queridas posesiones —la
biblioteca y los instrumentos científicos y musicales—, la profundización de la
caridad. Había tomado la inalterable resolución de alcanzar la perfección a que
estamos llamados los católicos. Los cronistas no coinciden en el momento
exacto, pero están completamente de acuerdo en que sucedió. Además, destacan no
sólo el dolor que le causó deshacerse de sus libros, pero sobre todo el amor
con que los vendió para socorrer a los necesitados. Luego de una vida de pasión
por el estudio y el conocimiento de la verdad, supo donarse toda entera cuando,
sin estar obligada a ello porque era la contadora del convento, resolvió cuidar
a las enfermas del convento víctimas de una contagiosa epidemia. La madre Juana
Inés las atendió con paciencia y ardor cristianos hasta que, infectada, murió
días más tarde entre terribles sufrimientos y alabanzas a Dios.
5. ¿Por qué ha sido tan injustamente tratada Sor Juana por
la crítica literaria e histórica y se le han negado, sistemáticamente, sus
deseos expresados en la Protesta de la fe de ser santa? ¿Por qué
ni los católicos estamos convencidos de ese su deseo ferviente?
Concuerdo en que califique de “injusto” al modo en que se han
realizado muchos de los tratados sorjuanistas. Como hice ver anteriormente, es
una injusticia intentar presentar a la madre Juana con un aspecto “laico” que,
en realidad, no tiene. Ella fue monja la mayor parte de su vida, no “laica”, de
modo que la obra debe estudiarse teniéndolo siempre en cuenta. Así se trate de
poesía profana, la suya debe encuadrarse siempre en el marco mucho más amplio
de su fe religiosa. Omitirlo lleva a los dislates que encontramos en infinidad
de críticos. Si esto es cierto para la obra, lo es aún más para la biografía.
Querer “separar” la existencia monástica de Sor Juana de sus libros y acciones
es inventar un fantoche. ¿Quién no entiende que la obra nace de un alma con
creencias que en ella se reflejan, y que lo propio ocurre con los actos? ¿Quién
no ve la incoherencia de afirmar que “Sor Juana era monja”, pero “existe” la
“obligación” de “estudiarla sin tenerlo en cuenta”? ¿Quién no percibe la
incongruencia de alegar que “decidió ser religiosa”, pero “no se puede
mencionarlo”, porque “la sociedad actual no lo es”? Todo esto va contra el
sentido común y, sobre todo, constituye una gran injusticia que, despojando a
Juana Inés de su religiosidad en aras de lo “moderno”, hace lo mismo con la
investigación académica. Es una injusticia de dos vías. Resulta que si el
crítico no tiene fe, les exige tanto a Sor Juana como a sus colegas que sí la
tienen que la hagan a un lado. Se intenta ocultar la parte más viva del
espíritu de Sor Juana por motivos doctrinarios. Quienes sufren son la verdad y
los que la buscan. Desgraciadamente, estos ataques al sentido común han sido
tan repetidos y violentos que los mismos católicos han llegado a prestarles
oídos. El poder del dinero, que hace que libros que difaman a Sor Juana y a sus
contemporáneos se distribuyan extensamente, sumado a grandes campañas
publicitarias y a intereses particulares de quienes los escriben, imprimen y
promocionan, han hecho dudar inclusos a los hermanos en la fe de la madre
Juana. Me gustaría hacer saber a éstos que hace unos meses publicamos la Protesta
de la fe que usted menciona. Se trata de un texto salido de la pluma de la
monja poco antes de morir. En él ratificó, firmándolo con sangre, tanto
su fe católica como sus votos monásticos. Ahí expresa, sin vacilaciones, su
anhelo de ser santa. Es (o debería ser) el anhelo de todo católico. Este documento
es precioso porque se dio a la estampa el mismo año de su deceso, y circuló
entre las religiosas de muchos conventos. Luego se reimprimió y llegó a sitios
tan apartados de la ciudad de México como Sucre, Bolivia. Sor Juana tuvo entre
los católicos de su época fama no sólo de poeta, sino también de autora
espiritual. A las monjas que leyeran la Protesta de la fe el arzobispo
de México (el supuesto “perseguidor” de Juana Inés) les concedió 40 días de
indulgencia por cada vez que lo hicieran. Como se ve, la fe de Sor Juana
cosechó abundantemente en la viña de Dios. Deberíamos, por tanto, no únicamente
estar convencidos de su ferviente deseo de ser santa, sino pregonarlo cuando
pudiéramos.